Neuromarketing

La cara es el espejo del…

By 13 de abril de 2017julio 23rd, 2023No Comments

En el análisis cientifico del comportamiento humano el estudio de la cara resulta vital. Si recuperamos el viejo concepto griego de alma, conocido como “Psyque”, sin duda que la cara es espejo de nuestra psique. Pero ¿como ocurre? ¿porque es tan importante la cara? ¿Se podria decir que es una extension de nuestro cerebro? 


 Cara y cerebro son anverso y reverso de una misma moneda. El Homo Sapiens es ante todo, hipersocial y ésta característica exige una capacidad de comunicación y expresión fuera de lo común. Evolutivamente el cerebro de este primate peculiar que somos ha ido paralelo al desarrollo social y para ello la comunicación ha jugado un papel estelar. En ella, la expresión facial ha sido determinante.

Existen numerosos mecanismos para detectar y producir señales en la comunicación por los cuales nuestro cerebro es capaz de expresar emociones y sentidos, mediante canales verbales, faciales y gestuales. De hecho la cara contiene 42 músculos que combinados entre sí pueden generar ¡hasta 10.000 expresiones diferentes!

Muchas de estas expresiones son fundamentalmente emocionales y están controladas por músculos voluntarios pero también involuntarios. Esta dualidad posibilita  una realidad evidente y es que no podemos evitar no comunicar de alguna forma. Conocer cómo funcionan estas expresiones resulta vital para mejorar nuestras relaciones interpersonales y dotar de mayor credibilidad, fuerza, carisma y liderazgo a nuestros mensajes.

La cara y cerebro no son dos sino uno. Podemos imaginar la cara como el cerebro hacia fuera, y el cerebro ¡la cara hacia dentro!

No es exagerada esta concepción ya que en la cara se encuentran los ojos, que en el cerebro forman la corteza visual. Encontramos la nariz, por la que a través del nervio olfativo llegamos a la corteza olfativa. Aparecen las orejas y oídos, por los que desarrollamos nuestra capacidad auditiva. Sentimos el gusto, en la boca, lengua y paladar, que da lugar a nuestra corteza gustativa. Todas esas cortezas se unen para crear la multisensorialidad humana. No sólo vemos, sino que de lo que vemos hacemos inferencias directas sobre su peso, gusto, olor o sonido. No sólo oímos, sino que imaginamos como es, pesa, sabe o huele eso que escuchamos. La integración es la esencia del cerebro y los principales sentidos tienen sus ventanas al mundo en la cara. A su vez el lugar que ocupan en nuestra corteza es gigantesco.

Pero ¿qué ocurre hacia fuera? Algo parecido, ya que el cerebro produce emociones y pensamientos, que a través de las zonas motoras del lenguaje activan labios, lengua y cuerdas vocales para expresar, desde poesía y canto hasta palabrotas o gruñidos. Pero no sólo expresamos lenguaje de forma motora, sino un enorme elenco de signos no verbales mediante el silencio, o a través de expresiones faciales por las cuales podemos decir sí o no, aceptar o rechazar una propuesta, mostrar enfado, alegría o sorpresa, o simplemente sentir miedo literal que se refleja en nuestro semblante.

¿Y qué hay del efecto de los demás en nosotros? Sin darnos cuenta, las caras de otros activan zonas emocionales propias en tan sólo 17 ms. Nuestro cerebro es hiper reactivo ante los demás y si somos como somos es debido a este hiper desarrollo social-cerebral a la par. No nos debe extrañar por tanto la tendencia al chismorreo, el cotilleo, la envidia o el éxito de las redes sociales. Nos importan los demás y necesitamos saber de ellos, al menos, evolutivamente. Es humano, común y lógico, por raro que nos resulte.

Esta impresionante relación entre cara – cerebro – otros viene innata en nuestros programas. No sólo reaccionamos rápidamente, incluso sin ser conscientes a las expresiones de los demás, sino que hemos nacido para ver y atender a las caras, programa que viene incluido en nuestro genoma.

Hasta tal punto es así que ilusoriamente hay quien cree ver “espíritus” en árboles, rocas o nubes, por el simple hecho de que ¡parecen caras! ¿A qué es debido? A que un área conocida como giro fusiforme (A37) localizada en el giro temporal de nuestro cerebro, está hiperespecializada en el reconocimiento facial. Basta mostrar a un bebé un triángulo con dos cuadraditos que simulan ojos y un raya que simula una boca para desatar una respuesta emocional. Si invertimos el triángulo con la raya arriba y dos cuadraditos abajo no se produce reacción alguna. Vemos formas que asemejan caras en los coches y anuncios, y nos influye en nuestros gustos y compras. Vemos caras en numerosos objetos y se vuelven familiares.

Pero no acaba aquí la unidad cerebro – cara – otros. Si por alguna razón se dañara el giro fusiforme podríamos ver a las personas… pero no veríamos sus rostros, como en el caso de una curiosa condición patológica llamada prosopagnosia. Quizá lo más increíble resulte un ejemplo opuesto, el síndrome de Fregoli, donde en todas las personas vemos las caras de nuestros familiares, como si los hubieran clonado en el resto de la población.

Qué decir del síndrome de Capgras, en donde el sujeto ve las caras de sus familiares pero no los reconoce como tal y su cerebro, ante esa desconexión del giro fusiforme con la memoria emocional, crea una historia en la que el paciente se convence de que sus familiares son ¡dobles impostores!

¿Y al revés? El feedback facial existe, sin duda. Hoy en día sabemos, que las personas que utilizan botox entorpecen su capacidad no sólo para expresar, sino también para detectar emociones y no sólo al ver a otros, sino incluso leyendo literatura, junto a una mayor lentitud de procesamiento. Curiosa la acepción para algunos de lo bello. ¡Cuidado con manipular tu cara! Estás tocando tu cerebro…

La cara es sin duda el espejo del cerebro y punto de partida del análisis del comportamiento humano. Cara y cerebro, nuestro DNI, señales de nuestra más genuina identidad.

Quizá sea el momento de aprender, científicamente, sobre el rostro humano. Nuestras relaciones, emociones y pensamientos lo agradecerán.

By Jose Sánchez